Fueron suficientes 45 minutos de buen fútbol para que América superara con creces a un equipo que se dedicó más a hablar que a jugar. Las Águilas sellaron su pasaporte para el Mundial de Clubes en Japón al vencer 2-4 (global de 3-5) a un Impact Montreal que fue más fuera de la cancha que dentro de la misma. El ecuatoriano Michael Arroyo ingreso sobre el final del partido y celebró en el campo de juego el título.
La hegemonía del fútbol mexicano en la región seguirá intacta un año más e incluso el autoritario triunfo azulcrema da para pensar que en el futuro inmediato no cambiará y que las demás Ligas de la Concacaf deberán mantenerse un paso atrás.
Los malos pasajes azulcremas en 135 minutos y haber terminando ganando con tal facilidad solo hacen pensar que América conoce la fórmula para ganar las finales y el trámite es un mero requisito.
Pocas veces ocurre que un jugador pase de ser el villano al héroe. La noche de Darío Benedetto fue tan contrastante que en el primer tiempo tuvo una falla imperdonable y en el segundo se convirtió en el jugador del partido.
Su increíble falla del primer tiempo quedó en el olvidó cuando marcó el golazo de tijera a los 50 minutos a gran pase de Osvaldo Martínez y quedó enterrada cuando sentenció el partido al empujar el esférico para el 1-3 con asistencia de Samudio que convirtió el estadio canadiense en un cementerio.
Pero como el 9 del América parece no saber detenerse cuando arranca, también se dio el lujo de marcar un golazo al 80 para poner el marcador definitivo y reflejar la superioridad que hubo sobre el cuadro de la MLS.
Oribe puso el que fuera el 2-1 momentáneo, pero tan importante como el gol que deshizo moral y tácticamente al Impact, pues después América arrolló.
América entró a la impresionante cancha del Estadio Olímpico de Montreal sorprendido, apagado y en lapsos hasta nervioso del espectacular marco. Tan grande fue que a los siete minutos bastó un leve esfuerzo de Piatti para quitarse a Samudio y Ventura, meterse al área, fintar a Sambueza y luego ceder a Romero, quien se deshizo de Pablo Aguilar para empujar el esférico. Golazo.
La respuesta de América llegó rápido, pero aún con el pánico escénico. Aguilar recentó una pelota para la llegada plena de Benedetto a segundo poste, quien sobre la línea de gol, remató de pésima forma para tener una falla terrible que quedará como mera anécdota.
Las dudas de Darwin en el primer tiempo, el mal estado físico de Sambueza por lesión y lo endeble de la defensa azulcrema ya tendrán tiempo para trabajarse. Hoy el América tiene para festejar, pues su éxito ya ha rebasado fronteras.
Fuente: Mediotiempo