Sin duda que la infancia de toda persona es la etapa de la vida en la que reina el juego y la fantasía, y donde las cosas que suceden alrededor son totalmente desconocidas.
Despreocupado buscas la diversión y ves como todo gira en torno a ti. Es todo tan perfecto y tan maravilloso que muchos quisiéramos repetir esa fase.
Lamentablemente no es igual para todos, peor lo fue para Juan Guillermo Cuadrado. Por diversas circunstancias, un niño debe madurar demasiado en muy poco tiempo y tratar de entender y asimilar lo que sucede, para él desconocido e impensable hasta el momento.
Juan Guillermo Cuadrado es una de tantas personas, desgraciadamente para él, que no tuvieron una infancia fácil.
El mediocampista colombiano nació en Necoclí, un municipio colombiano localizado en la región de Urabá, donde los tiroteos entre los grupos paramilitares y los narcotraficantes eran el pan de cada día.
Sus padres, Guillermo Cuadrado y Marcela Bello, le impusieron una norma a modo de juego con el propósito de proteger a su único hijo y consistía en que cada vez que escuchara un tiroteo debía esconderse debajo de la cama.
Cuadrado, cuando apenas tenía cuatro años, cumpliendo con lo prometido, se metió debajo de su cama aterrorizado.
Una vez más los disparos volvieron a sonar, pero esta vez iba a ser diferente. El sonido de las balas cesó, el pequeño salió de su escondite y su vida cambió para siempre. En la calle yacía el cuerpo de su padre, un conductor de camiones de bebidas gaseosas, víctima de aquel fatal tiroteo.
Desde ese horrible día, en el que una vez más una “guerra” absurda se cobraba otra vida inocente, la madre fue su guía y su protectora.
Alejó y aisló al pequeño de todo aquello y le cuidó con todo su amor y toda su alma. Trabajó en las bananeras de Apartadó mientras el niño se divertía pateando todo aquello que encontraba a su paso en casa de su abuela.
Marcela (su madre) decidió ir al bachillerato nocturno y Cuadrado era su acompañante, aunque éste se quedaba dormido mientras ella tomaba las clases. No se separaban en ningún momento.
La afición y su interés por el fútbol crecía y, mientras él soñaba con ser como Ronaldo, su madre se esforzaba para que no abandonase los estudios.
Juan era un niño muy hiperactivo y no había manera de que volviese sin una mancha en la camiseta. Un día tuvo un accidente en el colegio. Jugando en una carretera se rompió el tendón de Aquiles y Marcela, como castigo, decidió quitarle sus botas de fútbol durante un mes. El colombiano ha reconocido que ese ha sido el peor castigo que ha tenido nunca.
El que ahora es mediocampista del Chelsea ingresó en la escuela Mingo Fútbol Club de Necoclí y más tarde pasó al Manchester FC de Apartadó, donde, junto a su madre, se habían refugiado huyendo de la violencia que aún azotaba su pueblo natal.
Antes, había intentado jugar en cinco clubes argentinos distintos pero fue rechazado por su escasa estatura.
Con trece años solo medía 1.35m. De golpe y porrazo la suerte parecía dar un giro de 180 grados cuando un ojeador del Deportivo de Cali, llamado Nelson Gallego, se fijó en el joven Cuadrado.
Fue desde entonces su mentor. Le enseñó a ser mejor persona y mejor futbolista, y gracias a él acabó debutando en 2008 con el Independiente de Medellín.
Cuando abandonó Cali le prometió a su madre que se portaría bien siempre si ella le dejaba pelear por su sueño y, además, le juró que ella jamás volvería a depender de nadie y que no volvería a trabajar nunca. Era su forma de agradecerla todo lo que había hecho por él.
En 2010 debutó con la selección colombiana y en el 2012 fichó por la Fiorentina, cumpliendo así su sueño de ser futbolista.
Ahora, Cuadrado juega en el Chelsea. Es uno de los mejores jugadores de Europa en su posición. Sólo tiene 26 años y posee un futuro prometedor, pero a pesar de todo lo que está consiguiendo, y le falta por conseguir, no se olvida de su pasado.
Juan tiene una fundación dedicada a ayudar a los niños menos favorecidos de Necoclí y ha creado una empresa de moda vaquera (Juan Cuadrado Jeans) para generar empleo en la comunidad y ayudar a los niños de la región de Urabá. Además abrirá una nueva sede en el barrio de La Sierra, un sector marginado de Medellín.
Juan Guillermo Cuadrado es sin duda un luchador. Un ejemplo de superación que pese a las adversidades de la vida ha salido adelante con sacrificio, con mucha fe y sobre todo con la ayuda del amor de una madre.
Fuente: Diez