Gareth Bale en la actualidad es un futbolista consagrado, que convive a diario con el primer escalón deportivo a nivel mundial. Un jugador reconocido en todos los rincones del planeta, que defiende el escudo de una de las potencias del fútbol moderno, como es el Real Madrid, y que sigue dejando detalles de un potencial deportivo al alcance de muy pocos.
El futbolista galés saltó a la fama en Inglaterra, en la siempre mediática Premier League, cuando se convirtió en una de las zurdas más codiciadas liderando al Tottenham en una temporada a nivel deportivo muy completa. Su último año en el torneo inglés fue decisivo para Florentino Pérez diera el paso definitivo, previo pago estratosférico a nivel económico, para ficharle.
Sin embargo, no siempre fue fácil para él, no siempre fue la estrella que hoy en día rinde en el máximo nivel profesional. Formado en la productiva cantera del Southampton, fichó en 2007 por el Tottenham, donde firmaría una de sus etapas más importantes. Allí tendría un comienzo complicado, lleno de barreras, llegando incluso a ser protagonista de una angustiosa situación que muchos en la zona llegaron a catalogar de maldición.
Gareth Bale era un joven valor que había fichado el club de White Hart Lane. Un lateral zurdo que aportaba dinamismo, peso ofensivo, pero que tuvo un comienzo misterioso. Sí, la figura del futbolista galés estuvo durante un tiempo envuelto de un enigmático aura que le llegaba a convertir en un foco negativo. Razones, lógicas o fantasiosas, podía haber.
Y es que sus comienzos, como hemos dicho, fueron complicados. No por su culpa, ni siquiera había un culpable, pero las estadísticas deportivas del Tottenham con Gareth Bale eran totalmente negativas. Poco a poco fue teniendo minutos. Era una joven perla que, evidentemente, debía tener oportunidades para que siguiese progresando, pero algo fallaba, algo impedía que Bale explotara con los Spurs.
En los primeros 24 encuentros oficiales en los que Gareth Bale participó con su nuevo club ninguno acabó en victoria del Tottenham. Una racha negativa que fue cogiendo peso mediático, sobre todo en el Norte de Londres, con el paso de los minutos. Jugara de titular o suplente, daba igual. Si Bale jugaba, los suyos no ganaban. Como un fantasma que instalaba el clima de neblina. No había explicación lógica, ni técnica, ni deportiva. La afición local sólo podía resignarse a ello, adquiriendo incluso peso supersticioso. Gareth Bale parecía un jugador ‘maldito’. Era un futbolista de condiciones absolutas, una perla con una proyección que aspiraba muy alto (como se aprecia en la actualidad), pero su equipo no ganaba con él en el campo.
Cerca de 2 años, 3 entrenadores diferentes y algo más de 1500 minutos tuvieron que pasar con Gareth Bale en el campo con los Spurs para que ganaran. Y fue un día que muchos recuerdan todavía por el Lane, por lo que supuso. El Tottenham ganaba en casa 4-0 al Burnley, sin Bale sobre el campo. Un resultado cómodo, solvente, que llamaba a todo menos la remontada visitante. Y llegó el momento. Corría el minuto 84. Sólo quedaban 6 minutos para el final más el descuento. Era el momento perfecto para romper una maldición, para romper una racha que llegó a adquirir carácter maldito y Harry Redknapp estaba dispuesto a ello. Era imposible que aquel partido acabara en pérdida de puntos.
Y así fue. La historia de terror tuvo su final aquel día. Gareth Bale salía al terreno de juego, con la sensación de cosquilleo de los presentes, conscientes de la racha, sabiendo que con él el equipo no ganaba. Era el momento de romper la ‘maldición’, era el momento de hacer frente al mala suerte. Y ocurrió. Se acabó. El Tottenham con Bale sobre el campo acabaría ganando, e incluso llegaría el quinto gol del equipo. Adiós, se fue. Se había ido, se había roto. La ‘maldición’ era cosa del pasado.
Una historia impensable hoy en día viendo el potencial deportivo y mediático, viendo la determinación, liderazgo y definición del futbolista galés del Real Madrid. Gareth Bale fue, durante un tiempo, un futbolista ‘maldito’.
Fuente: Sphera Sports